miércoles, 16 de mayo de 2007

UN ANTES Y UN DESPUES







UN ANTES Y UN DESPUES

Me levante con el corazón a mil, por un momento pensé que había perdido el autobús, pero todo fue una falsa alarma, aún faltaba una hora para mi viaje a Cartagena. Ella me esperaba ansiosa en la Clínica Pragma, uno de los centros mas famosos para la realización de cirugías estéticas de la ciudad, sin mí no dejaría que todo comenzara.

Llegue a la clínica y al final de un pasillo oscuro pude ver a la recepcionista, ella me indicó donde podría encontrarla. Yo sentía gran afán por verla, por saber como estaba, como se sentía, finalmente era mi mejor amiga, y además, una promesa que le hice, yo iba a estar con ella ese día a como diera lugar.

Melissa Payares (mi mejor amiga) por fin realizaba su sueño de 15 años; hacerse la cirugía del busto, pero fue a sus 16 que lo puedo hacer realidad porque los doctores aconsejaban que era mejor esperar un poco más por su temprana edad.

Durante ese año de tanta espera, Melissa sufría de muchos complejos por su pequeño busto, en muchas ocasiones dejaba de salir a fiestas y sobretodo a quinceañeros porque para ella la ropa y los vestidos no le quedaban bien por culpa de su mayor defecto. Era allí donde a mi me correspondía aconsejarla y apoyarla, pero nada era mejor consuelo para ella que ese ansioso y esperado día donde por fin iba a tener el tamaño perfecto y la solución de todos sus problemas.

Eran las siete de la mañana de un sábado y a mi me dejaron acompañarla a la primera parte de la cirugía. Recuerdo que entramos a un cuarto muy iluminado, no muy grande, y el doctor le pidió que se abriera aquella bata blanca que indispensablemente debía usar como ropa para su operación. Esa fue la primera vez que mire el reloj, pues desde ese momento cada segundo contaba más que nunca en la vida de mí mejor amiga.

Sin ningún tipo de anestesia o medicamento, lo primero que le realizaron a mi amiga, con mi presencia allí, fueron muchas líneas con marcador que ayudaban al doctor a saber donde debía hacer las incisiones. Me di cuenta inmediatamente que la abertura para meter la silicona iba a ser por la parte de abajo del músculo.

En la primera parte de la cirugía Melissa tenía un encuentro de sentimientos, porque aunque tenía miedo y estaba un poco nerviosa también sentía mucha felicidad porque en pocas horas iba a tener busto. Ella me agarraba de la mano y me miraba con cara de felicidad y a la vez angustia, yo mientras, me esmeraba por darle mi mejor sonrisa y poder demostrarle que todo iba a salir como ella tanto esperaba.

Las enfermeras comenzaron a mover su camilla, ahora la trasladaban al quirófano. Las dos sabíamos que nos quedaba poco tiempo juntas, pues ya casi comenzaba el procedimiento. Ahora la cara de Melisa era pálida de susto, pero yo le hice notar que no pasaba nada. Cuando me di cuenta que estaba en el quirófano todo lo que veía era paredes blancas, una mesita donde estaban todos las instrumentos que el doctor utilizaría y por supuesto las siliconas que en poco tiempo estarían dentro de ella.

En la sala de cirugía ya podía ver varios doctores entrar, Meli me explicó que estaba el médico de cabecera, quien realizaba la operación, el anestesiólogo, más cuatro auxiliares y tres enfermeras que iban a colaborar durante el proceso.






El cirujano plástico me saludó muy amablemente. Era alto, puedo decir que mide casi un metro noventa, muy simpático. Cuando volví a poner mis ojos en Melissa me di cuenta que otro doctor (el anestesiólogo) le puso en su mano derecha una aguja intravenosa por donde iba a pasar la anestesia general. Para Melissa era un gran descanso y la tranquilizaba mucho el hecho de que yo estuviera allí con ella pero en ese momento el doctor de cabecera me pidió que saliera de la sala de cirugía y esperara con el resto de familiares en la sala de espera del hospital.

Miré por segunda vez el reloj en esa mañana, y me di cuenta que cuando alguien cercano esta en esas circunstancias el reloj es lo que uno mas mira y lo que cada vez pone más ansiosa a una persona, por lo menos a mí, porque los minutos eran eternos y el tiempo parecía que no avanzara. Ya eran las siete y media, apenas media hora había transcurrido.

La sala de espera parecía una cárcel, oscura, silenciosa, aburrida, yo estaba sentada al lado de la señora Carmen, mamá de Melissa. Dos horas y media después se abre una puerta, era el doctor de Meli, por fin nos venia a informar algo. El Doctor comunica que todo transcurrió bien durante la operación y que la paciente aún estaba sedada. Pregunté que en cuanto podríamos verla y el respondió que a la hora Melissa podría ir a su casa.

La señora Carmen y yo podíamos mientras tanto, observarla por una ventana de vidrio, fue muy cómico cuando la vimos, pues ella para decirnos que estaba bien, levantaba una pierna para darnos alguna señal. Estaba arropada, pálida aún y podía notársele como una especie de bulto en la parte superior de su pecho, algo que nunca antes había visto en ella. No podía esperar a estar más cerca de mi mejor amiga para saber como era su nuevo tamaño, como se veía y se sentía al respecto.






La ayudamos montarse en el carro, nos decía que se sentía pesada y con poca fuerza. Cuando mi mejor amiga por fin esta en sus cinco sentidos y toda la anestesia desapareció, lo primero que nos pidió fue ayuda para levantarse y mirarse su nuevo busto, como se veía. Al verse en el espejo gritó de emoción, estaba feliz, dichosa, su sueño ya era una realidad, me abrazó y me comenzó a contar todo lo que haría de ahora en adelante, todos los bikinis que se compraría, toda la ropa nueva que necesitaría para su nuevo look.

Pero los dolores comenzaron al día siguiente, el peso que sentía en su busto era impresionante y los dolores en la espalda cada vez eran peor. Permanecía acostada boca arriba en la cama y se quejaba de mucho ardor. Necesitaba de ayuda para pararse, debido a que la fuerza la hacia la parte superior del abdomen y el tórax, lo que en muchas ocasiones la hacia estremecer de dolor y llorar.

Los tres primeros días de recuperación le recetaron a Melissa pastillas analgésicas para el dolor, pero yo la miraba y podía notar su desespero ya que las pastillas solo le calmaban un poco sus malestares. Se sentía aburrida de acostarse siempre en la misma posición (boca arriba). El busto se veía estupendo, aunque tenía moretones e hinchazón lo cual era muy normal.

Esos tres días estuve con Melissa a cada instante. Viví con ella su antes y su después de la cirugía, la acompañe en sus mas difíciles momentos y supe que era una cirugía estética de ese tipo. Su busto quedo muy bonito después de la operación aunque aún sigue muy hinchado.

Los resultados de la operación fueron muy buenos y ella esta más satisfecha que nunca, definitivamente aquella cirugía estética le había dado más que un tamaño, y era su seguridad, algo que no tenía. Yo por otro lado no sé si podría aguantar dolores como esos, estoy casi segura que no me atrevería a exponer a ese sufrimiento y a esa angustia por un aumento de busto.

Por: Daniela Álvarez

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